jueves, 25 de junio de 2009

La emigración en el pueblo

Permitanme que nos presente, somos Tomás y Lidia, que nos han invitado para hablar sobre la emigración ya que fuimos emigrantes de los muchos del pueblo de la década de los 50.
En primer lugar no quiero que nadie piense que lo digo por él o ella, es todo en plural, excepto alguna cosa particular nuestra.
Soy Lidia y comenzaré diciendo lo que nos explicaba mi padre (ya que nosotros no habíamos nacido).
Cuando la señora vendió el pueblo a los renteros la gente no tenía dinero y casi todos tuvieron que pedir a los prestamistas (que dicen que eran muy usureros).
Por entonces los matrimonios tenían muchos hijos y según iban creciendo, la tierra no daba para comer y pagar los préstamos y ahí empezó la primera emigración, de varias casas marcharon para Argentina (Buenos Aires) entre ellos cuatro hermanos de mi padre, que eran nueve.
Otros fueron para Nueva York, otros para Cuba, allí fueron los padres de Tomás, que se casaron y marcharon, pero dice que no se adaptaron a aquella vida y se vinieron a los cinco años con dos hijos.
Ahora comienzo a decir lo que yo recuerdo.
Siendo muy jóvenes marcharon algunos de guardia, también al ejército, varios y varias marcharon a trabajar a Barcelona, y como nos íbamos haciendo mayores y otra vez nos encontramos que no había trabajo para todos (había muchísima juventud) en los años 50 fue cuando comenzó la mayor emigración, unos para Madrid, Barcelona, Francia, San Sebastián, Bilbao, cada uno para donde le parecía que tenia algún apoyo y oportunidad para trabajar.
Nosotros nos fuimos a Bilbao ya que teníamos allí familia y se suavizaba un poco la pena que llevábamos.
La vida del emigrante es muy dura, sales de tu casa, dejas tu familia, tus amigos, tu pueblo y vas a un sitio donde no conoces a nadie ni en la calle ni en la iglesia, ni en el trabajo y las costumbres sos diferentes.
Nosotros llegamos a Bilbao un viernes y el lunes Tomás ya fue a trabajar, a pico y pala, porque entonces no había los adelantos que hay ahora y trabajaba 8h, más un cuarto para recuperar las fiestas de entre semana, más 2 ó 3horas que llamaban "extraordinarias" y así de lunes a sábado. Me imagino que a todos los que nos fuimos nos pasó poco más o menos.
También eran muy difíciles los viajes, nosotros para ir a Bilbao tardábamos 19 ó 20h. Salíamos del pueblo a las 3h. de la tarde en burros hasta Traguntía a coger el correo que iba de Vitigudino a Fuentes de San Esteban (era un coche muy viejo de 18 plazas que transportaba la correspondencia). En Fuentes esperábamos a que viniera un tren que hacía el trayecto Fuentes de Oñoro-Salamanca-Medina del Campo.
En Medina nos bajábamos y esperábamos uno que venía de Madrid hacia Irún y traía un vagón a la cola para Bilbao, en ese tren íbamos hasta Miranda de Ebro, allí desenganchaban nuestro vagón y esperábamos un tren que venía de Galicia hacía Bilbao, nos enganchaban a ese y seguíamos para Bilbao.
En un viaje que hicimos cuando nuestros hijos eran pequeños, después de pasar Miranda, nuestro vagón empezó a echar mucho humo y nos mandaron bajar corriendo, y subir al de delante que ya iba lleno. Allí no cabía nadie más, Tomás entró como pudo y se puso a una ventanilla y yo desde fuera le daba a los niños y las maletas, luego pude entrar y quedarme a la misma puerta (esto fue de noche y en el campo). Llegamos a Bilbao a las 10.30h. de la mañana y no habíamos conseguido juntarnos porque íbamos como sardinas en lata, la gente tirada en los pasillos, imposible pasar.
Entonces no había medios de transporte más que el tren y eran de madera, muy viejos, así que se pasaban 3 ó 4 años y no podíamos ir al pueblo, porque el viaje para ir era igual de pesado.
Esto parece increíble pero es cierto, los que viajaban cuando nosotros le pasaría más o menos.
Hoy Bilbao-Escuernavacas se hace en 4h., y en coche particular.
Ahora los emigrantes que vienen a España se quejan que le dan los peores puestos, pero eso también pasaba entonces, y ahora tienen maquinas para todo, pero hay que querer trabajar en lo que sea.
Yo me alegro mucho de los jóvenes que tenemos en nuestro pueblo, que marchan, pero no como emigrantes, porque todos tienen sus estudios y se colocan en sus profesiones y vienen al pueblo cada poco tiempo y en especial a San Vicente, Corpus, Corazón de Jesús y a todos los eventos especiales...
Nosotros ya somos muy mayores, pero estamos los dos juntos y venimos todos los años y recordamos a todos los que como nosotros tuvieron que marchar, y rezamos por los que se quedaron para siempre en distintos lugares y por los que con un poquito de suerte han venido, pero ya no han podido disfrutar de su pueblo, de su iglesia, de su nogal, solamente disfrutan de un poquito de "terreno" que sus familiares y amigos cuidan con mucho amor y respeto.

Este pueblo tan hermoso
llevamos siempre en la mente
el pilar, la torre, el nogal,
las calles y nuestra gente



Lidia Martín y Tomás Sevillano

4 comentarios:

  1. Me ha emocionado mucho este artículo,incluso he soltado alguna lagrimilla, yo también me he ido del pueblo, aunque como dice Lidia con la suerte de haber podido estudiar y con la facilidad de las comunicaciones en la actualidad, muchas gracias por recordarnos lo que tuvieron que vivir nuestros padres y abuelos para que nosotros tengamos una vida más llevadera.

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  2. Gracias Lidia, por recordarnos a los más jóvenes, que nos ha tocado vivir una vida mucho más cómoda, y a veces nos quejamos de vicio.
    Un saludo para todos los que visitan esta página.

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  3. hola a todos. Lidia y Tomás, no se si alguien os leerá estos comentarios, pero queria deciros que vuestro articulo es muy emotivo, muchas gracias por compartir vuestras vivencias. Nos vemos este verano de paseo por el pueblo. Hasta pronto.

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  4. A Lidia Martín. Soy uno de tus hijos, hoy me entero de que un artículo de mi madre está colgado en internet, pero no me saben decir como localizarlo. Entro en Google, tecleo: Escuernavacas, emigración, Lidia Martín, y cruzo los dedos. Aún me estoy recuperando de la emoción que me ha causado poder leer a mi madre, a mi tío, etc..., verlos en las fotos; tan lejos y tan cerca. No suele pasar ni un sólo día que cuando hablamos por teléfono no te diga que " Te quiero". Pues eso, que "Te quiero mucho" y doy gracis a Dios porque todavía os lo puedo decir a tí y a papá todos los días. Un beso. Os quiere. Uno de vuestros hijos.

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